jueves, 27 de noviembre de 2014





Como un mosquito

Hace unos años, cuando viví y trabajé en el Reino Unido, en el despacho de mi jefe alemán había un cartelito pinchado en el corcho de los mensajes, que expresa toda una filosofía de vida que, desde entonces, hice mía: Si crees que eres demasiado pequeño para ser efectivo…. es que nunca has dormido con un mosquito. Yo quiero ser así, alguien que, aún siendo pequeña,  en este convulso mundo, trabaja duro y lucha con uñas y dientes, día a día, quiero encontrar ese efecto multiplicador, porque los problemas son grandes y cuando la vida  se pone farruca,  hay que plantarle cara con fuerza.

En estos tiempos de cólera, en los que el amor no parece existir por ninguna parte (que me perdone el insigne Gabo, desde su tumba por esta torpe referencia), es cuando más hay que intentar sacar lo bueno, espantar lo malo y afrontar la vida con iniciativa, alegría y capacidad de trabajo. Por mucho que digan, tomando el fresco o a cubierto,  la lucha por lo que uno cree debería estar siempre impregnada de amor, y más si son tiempos de cólera, como los que corren. Las dificultades se superan con firmeza y trabajo, no con odio y amargura.  

En fin, que entre cita y cita, espero que me perdonéis,  he sentido necesidad de esta especie de reivindicación de mi misma, de compartir con toda la querida Comunidad de La Sal mi firme convencimiento de que la vida hay que vivirla con amor, defendiendo a capa y espada las ideas propias y denunciando los  desaguisados  ajenos,  pero sin olvidar que el mundo está formado por personas y que, para no dejar de serlo, deberemos establecer lazos, como aquellos  lazos invisibles de que os hablé. En mi opinión, es un gran error confundir firmeza  con amargura o agresividad.  Así lo creo y así  lo hago: me siento una mujer en plena madurez, con la fuerza y el empuje necesarios para afrontar los retos que la vida me está poniendo por delante, lista para comerme el mundo,  aunque sea a trocitos pequeños y, si se atraganta, a beber más agua y listo.  

Desde estas líneas, me dirijo  a la querida comunidad de la sal, a quienes toman el fresco, a quienes dicen una cosa y hacen otra, a quienes prefieren hablar en ausencia,  para confirmaros eso,  que  quiero ser como un mosquito, pequeña,  pero efectiva.  Como en la foto de arriba, lo que parecía imposible por la enorme distancia entre las personas, con trabajo y amor, poco a poco, se volvía factible y se llegaba a acuerdos. Lo asumí a los treinta y así sigo  más de veinte años después, con más kilos, más canas y más experiencia, pero con la misma fuerza y entusiasmo, os lo aseguro. A los que me conocéis y me apoyáis, muchísimas gracias, y a los que no me conocéis, si queréis, ya sabéis dónde encontrarme, os recibiré con los brazos abiertos.

Un beso muy fuerte,
Pepa

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